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sábado, 29 de enero de 2011

Extrañas exequias en Gualeguay, 1861

Microhistoria en la estancia "Las Cabezas"
Desembarco por Bacle
Por Jorge Surraco

Woodbine Hinchliff, miembro de la Real Sociedad de Geografía de Londres, viajó por Brasil y Argentina en 1861, deteniéndose un tiempo en la estancia Las Cabezas de Gualeguay, Entre Ríos. Como resultado de ese viaje publicó uno de sus libros South American Sketches, traducido al castellano sólo en la parte que se refiere a la Argentina con el título Viaje al Plata en 1861, en la colección EL PASADO ARGENTINO, Librería Hachette, 1955. El fragmento que transcribimos y comentamos, fue recogido anteriormente por su traductor, José Luis Busaniche, en la compilación Lecturas de Historia Argentina (relatos contemporáneos 1527-1870),  con primera edición en 1939, reeditado en 1959 y 1971 con nuevo título, Estampas del Pasado,  por Solar Hachette. En este caso hemos consultado el tomo II de la reedición de Hyspamérica de 1986, que mantiene el último título y utiliza el primero como subtítulo.
 

Para ubicarnos mejor en la época del viaje de Woodbine, digamos que 1861 fue el año de la Batalla de Pavón que se libró el 17 de septiembre, que significó el fin de la Confederación Argentina presidida por Santiago Derqui y la reincorporación de la provincia de Buenos Aires que se había segregado en 1852, cuando sus representantes se retiraron del Congreso que estaba elaborando la primera Constitución Argentina que dio la primera organización al país. Recordemos también que la batalla de Pavón fue ganada militarmente por los ejércitos de la Confederación pero un inexplicable abandono del campo de batalla por parte de Urquiza, general en jefe de esos ejércitos, le da la victoria a Bartolomé Mitre que se enteró cuando estaba huyendo del combate luego de presenciar la fuerza arrolladora de la caballería confederada.

Lancero a caballo de Entre Ríos por Palliere


La situación de la provincia de Entre Ríos y de sus principales ciudades y villas, a pesar de las guerras, era floreciente en 1861, tal como lo expresa Humberto Vico en el primer tomo de su Historia de Gualeguay. Saladeros, caleras, graserías, fábricas de ladrillos, molinos, estancias, chacras y granjas, constituían la actividad económica. El departamento Gualeguay estaba integrado por diez distritos y contaba con 17.000 habitantes en esos años, de los cuales 7.000 vivían en la ciudad, que ya contaba con su primer colegio primario donde además se dictaban clases nocturnas para empleados y obreros. También recibía pupilos, medio pupilos y se daban clases a domicilio de idiomas y otras asignaturas. Puerto Ruiz desarrollaba una amplia actividad con barcos de carga como de pasajeros.
Todos estos datos los consigna Martín de Moussy, viajero francés del que nos ocuparemos en otra nota.  
          
Una carrera por Bacle

Volvamos ahora a la estancia Las Cabezas, donde Woodbine Hinchliff está alojado. El viajero británico, entre variadas  observaciones consignadas en su libro, registra la siguiente anécdota: El régimen alimenticio de exclusiva carne debe hacer maravilloso efecto en punto a la fortaleza y robustez entre los gauchos: Casi nunca están enfermos y se recuperan de los golpes con notable facilidad. Una tarde, sin embargo, al terminar el paseo diario y cuando estábamos desensillando y poniendo los recados sobre la empalizada, vino uno de los peones hasta míster Black y dijo al patrón que se sentía enfermo. Al parecer, tiempo atrás había sido arrojado del caballo por la embestida de un toro y no podía reponerse completamente. En verdad que me sorprendió este espécimen de enfermo gaucho, y pregunté a míster  Black si nunca se le habría muerto ningún peón.

Tropa de carretas-1858
Me contó entonces que uno de dos hermanos que trabajaban como peones en la estancia; fué traído una vez medio muerto por una caída idéntica a la ya mencionada. Con anuencia del hermano, trató de sangrarlo, pero la sangre no circulaba ya y en la misma noche el enfermo murió. El hermano sobreviviente pidió entonces permiso a míster Black para llevar el cadáver a enterrar a La Victoria, distante muchas leguas de la estancia, hacia poniente. Dio el permiso el patrón, y al día siguiente se levantó muy temprano para ver cómo se las arreglaban con el cadáver.

El muerto había sido vestido y colocado por sus camaradas en la posición acostumbrada (montado) sobre su propio caballo: las piernas bien atadas al recado; una estaca con horqueta en la punta, adecuadamente puesta, servía de soporte a la cabeza, bajo la barba y mediante otras varias ataduras y fajas, el cuerpo se mantenía firme y daba la impresión de que estaba con vida. 

Corrales de abasto por Bacle

El hermano del muerto montó entonces en su caballo, y como ambos animales estaban acostumbrados a viajar juntos, anduvo todo el día con el cadáver en esa posición, y llegó a La Victoria donde le dió piadosa sepultura. Aquello me pareció tan romántico, tan agreste y tan terrible al mismo tiempo como espectáculo, que no pude menos de imaginar la impresión que habría sentido quien se encontrara en el camino con aquella extraña pareja y lo terrorífico del contraste entre el agitado movimiento del caballo al galope y la pálida faz del jinete muerto.
(Se ha respetado la acentuación y la puntuación del original).

La galera-1857

Es comprensible el comentario del viajero inglés: “…tan romántico, tan agreste y tan terrible…”, lo mismo que el título del comentario, refiriéndose al traslado del gaucho fallecido. Quizá pueda parecer lo mismo desde nuestra mirada actual pero es probable que no lo fuera para el sentimiento nativo de la época, especialmente del campesino. Creo que el hermano no encontró manera más digna de trasladar a quien había sido en vida “un hombre de a caballo”. Por otra parte un traslado más convencional en un cajón que seguramente no tenía a mano o un camastro de arrastre sin ruedas e improvisado, como era también la costumbre de la época, copiada de los indios, hubiera sido de mayor incomodidad y mucho más lento el viaje. 

Gaucho enlazando por Bacle

El relato de míster Woodbine, agitó varias imágenes y datos en mi memoria. Alguien dijo alguna vez, no puedo precisar si poeta o historiador, que: “esta patria se hizo a caballo”.
Este maravilloso animal fue durante varios siglos el principal medio de transporte; maquinaria de guerra; herramienta de trabajo; factor de diversión y hasta poderosa fuerza motriz. No olvidar que los primeros tranvías fueron arrastrados por caballos; ni hablar de norias y piedras de moliendas, aunque aquí también competían las mulas. Y esto no ocurría hace mucho tiempo sino que hasta las décadas de 1950 y 1960, era habitual que lecheros y panaderos hicieran sus entregas en carros tirados por caballos, aún en las grandes ciudades del país. En el siglo XIX, el gaucho vivía más sobre el caballo que sobre la tierra, a tal punto que a muchos les costaba caminar, no se sentían seguros sobre las piernas. En esos años la mayoría de los hombres morían a caballo en las batallas. No cabría entonces en el sentir del hermano un traslado más adecuado del muerto hacia el lugar del entierro.


El Cid Campeador
Anacleto Medina









 Otras imágenes se agitan. Rodrigo Días de Vivar, El Cid Campeador, muerto sobre su caballo en plena batalla y atado a la montura por su gente, siguió aterrorizando a los moros. ¿Historia o leyenda? Nuestros gauchos, sin saberlo, se nutrieron de ambas. Por 1861, mientras el viajero inglés descansaba en “Las Cabezas”, el general gaucho Anacleto Medina, instructor de Pancho Ramírez por disposición de Gervasio de Artigas y supuesto salvador de La Delfina, con más de ochenta años, casi ciego, se hacía atar al caballo y la lanza al brazo para guerrear en los conflictos de su patria, la República Oriental del Uruguay. Claro que aún, como muchas otras de nuestro pasado, estas historias o leyendas, no han encontrado su canción de gesta. 


El carnicero por Bacle
 Otros temas pueden surgir para la reflexión y el análisis del texto de Woodbine Hinchliff, tales como las condiciones del trabajo rural en esos años, la alimentación, a la que el autor adjudica la pronta recuperación de las enfermedades de los gauchos, la falta de atención médica; todos temas recurrentes en los escritos de los extranjeros que visitaron la Argentina en el Siglo XIX.
 
Curiosidades de algunas ilustraciones que acompañan esta nota:
Las imágenes que han dejado los viajeros y litógrafos que visitaron la Argentina en el siglo XIX, así como los pintores e ilustradores locales, también son fuentes de información sobre usos y costumbres no debidamente estudiadas hasta el presente. Con respecto a nuestra reflexión sobre el gaucho y el caballo, hemos encontrado lo siguiente e invitamos a observarlas:

La familia del gaucho por Carlos Morel
  

“La familia del gaucho” de Carlos Morel: El título es para nosotros significativo dado que incluye al perro y al caballo que asoma su cabeza por el lado izquierdo. Lo que no podemos establecer es el rol del segundo personaje masculino.
 



“El mendigo” de César Hipólito Bacle: simplemente como nota curiosa de la presencia del caballo en la sociedad del Río de la Plata que hasta los mendigos pedían montados.








BIBLIOGRAFÍA
Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, T II, Hyspamérica, Bs. As. 1986
Vico, Humberto P., Historia de Gualeguay, T I, Ediciones Colmegna, Santa Fe, 1972

1 comentario:

Enrique J. Bouchard dijo...

Todo es excelente!
Cuan ignorantes somos de tantas vivencias(al menos para mi desconocidas!)
Con mi mayor cordial y afectuosos saludos!,

Enrique J. Bouchard
cinemuseoeb@hotmail.com

mi página web:www.cccine.com.ar