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domingo, 4 de agosto de 2013

Las múltiples caras del Libertador 1



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 1

Por Jorge Surraco Ba

Oleo de José Gil de Castro-Chile.1818
             De todos nuestros próceres, probablemente don José Francisco de San Martín y Matorras, sea el más retratado visual y literariamente hablando. Creemos que quién puede acercársele o quizá superarlo, sea  el libertador que concluyó la obra iniciada por el argentino. El también nuestro: Simón Bolívar. Precisamente, el retrato de Bolívar que acompañó a San Martín en su exilio, fue pintado por su hija Merceditas.
            Pero es muy difícil para nosotros hacernos una idea cabal de cuál era la fisonomía de José de San Martín; de cuál era su presencia física. Más difuso queda, tener un concepto apropiado de sus expresiones faciales, pero datos y referencias no faltan para que intentemos una aproximación a su figura. Tarea complicada porque los retratos pintados difieren bastante de uno a otro y algo similar pasa con los retratos escritos.
 
Grabado de Cooper-Londres 1921
Trataremos de hacer un repaso de las principales descripciones que se han hecho, a cargo de quienes lo han conocido personalmente. De allí surgirán rasgos coincidentes en la apreciación de los testigos. Pero otros serán relativamente contradictorios. Aparecen características físicas como su estatura y corpulencia, con tendencia general hacia la armonía de proporciones: la oscuridad de su piel, que debe haber sido muy mentada aquí después de su exilio, pues Juan Bautista Alberdi se asombra de no ver al indio que había formado en su mente. Su voz, que era varonil, baja y bien manejada al hablar; y, sobre todo, la particularidad de sus ojos: "La mirada terrible", como escribió Vicuña Mackenna. “Tienen un fuego y animación que se harían notables en cualesquiera circunstancias", dice un testigo: ''negros rasgados y penetrantes'", complementa otro; yuna mujer —desafecta a San Martín, por otra parte— apunta que sus ojos "tienen una peculiaridad que solo había visto antes una vez en una célebre dama: son oscuros y bellos pero inquietos: nunca se fijan en un objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas" (Mary Graham, 1822).[1]
Miniatura de José Gil de Castro-Chile-1817

De los retratos pintados de San Martín que conocemos, podemos inferir la preocupación que tuvieron sus autores, por fijar la particularidad de su mirada, quizá casi imposible de plasmar en una pintura. Se menciona también su sonrisa cautivadora y se dan referencias de su gesticulación, como el fragmento en el que Jerónimo Espejo relata el golpe del dedo sobre el botón desabotonado del subalterno, o el “¡Eh, Está usted”, acompañado de una vibración en sus dedos, como para ver si lo han comprendido.

Nos detendremos en esta oportunidad en los retratos literarios que lo describen físicamente para, más adelante, trabajar sobre los retratos pintados, que si bien ya disponemos de una buena cantidad de reproducciones diferentes, aspiramos a lograr en un tiempo, sino la totalidad existente, por lo menos un número que se le aproxime. En cuanto a los aspectos morales y conductuales, mucho se ha publicado hasta el hartazgo por lo que no es objeto de nuestro interés por el momento.
 
Miniatura anónima-Lima 1822
Así lo vio un agente del gobierno norteamericano
“Tiene, según creo, 39 anos; es hombre bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el pensamiento.”[2] Worthington, así se llamaba el agente de Estados Unidos, que lo entrevistó antes de la batalla de Maipú.

De un oficial británico que combatió por la causa americana
“San Martín es alto, grueso, bien hecho y de forma marcadas: rostro interesante, moreno, y ojos negros rasgados y penetrantes. Sus maneras son dignas, naturales, amistosas, sumamente francas, y que disponen infinito a su favor. Su conversación es animada, fina e insinuante, como la de un hombre de mundo y de buen trato.”[3]  Guillermo Miller era el oficial británico que combatió para los americanos (vaya a saber por qué), lo conoció en Chile en 1818.
 
Miniatura de Wheeler-Londres-1823
Un comerciante inglés lo describe así
         “. . .Me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de los Andes. Es de elevada estatura y bien formado, y todo su aspecto sumamente militar: su semblante es expresivo, color aceitunado oscuro, cabello negro y grandes patillas sin bigote: sus ojos grandes y negros tiñen un fuego y animación que se harán notables en cualesquiera circunstancias.”[4]  El comerciante inglés, Samuel Haigh Residió diez años en América del Sur. Llegó a Buenos Aires en 1817 y al año siguiente conoció a San Martín.

Un marino de la Real Armada Británica
         “Junio 25 de 1821. — Hoy tuve una entrevista con el general San Martín a bordo de una goletita de su propiedad, anclada en la rada del Callao…
Litografía de Nuñez de Ibarra
…A primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Nos recibió muy sencillamente, en cubierta, vestido con un sobretodo suelto y gran gorra de pieles, y sentado junto a una mesa hecha con unos cuantos tablones yuxtapuestos sobre algunos barriles vacíos. 

Es hombre hermoso, alto, erguido, bien proporcionado, con gran nariz aguileña, abundante cabello negro, e inmensas espesas patillas obscuras que se extienden de oreja a oreja por debajo del mentón; su color era aceitunado obscuro, los ojos, que son grandes prominentes y penetrantes, negros como azabache; siendo todo su aspecto completamente militar. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación en sus maneras, excesivamente cordial e insinuante, y poseído evidentemente de gran bondad de carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible.”[5] Basilio Hall, marino escocés que recorrió las costas del Pacífico en la época de la guerra de la independencia.
 
Oleo de Mariano Carriles-Lima 1822
A un señor sueco le gustó muy poco
            “…San Martín es hombre de estatura mediana, no muy fuerte, especialmente la parte inferior del cuerpo, que es más bien débil que robusta. El color del cutis, algo moreno con facciones acentuadas y bien formadas. El óvalo de la cara alargado, los ojos grandes, de color castaño, fuertes y penetrantes como nunca he visto. Su peinado, como su manera de ser en general, se caracteriza por su sencillez y de apariencia muy militar. Habla mucho y ligero sin dificultad o aspereza, pero se nota cierta falta de cultura y de conocimientos de fondo… Con los soldados sabe observar una conducta franca, sencilla y de camaradería. Con personas de educación superior a la que él posee, observa una actitud reservada y evita comprometerse… 
 
Miniatura anónima sin fecha
Algo difícil de fiarse en sus promesas, las que muchas veces hace sin intención de cumplir… Trabaja mucho, pero en detalles, sin sistema u orden… Hay motivos para reprocharle no haber actuado con energía…”[6]  Jean Adam Graaner se llamaba este señor sueco que conoce a San Martín en mayo de 1818, en Buenos Aires, en un viaje que hace el Libertador, luego de triunfar en las batallas de Chacabuco y Maipú. ¿Es posible que este dato de dos batallas ganadas que aseguran la independencia de dos países y el conocido cruce de los Andes, hayan motivado una visión negativa del héroe? (¿O sí?).

Continúa en la entrada siguiente


[1] Diario La Prensa de Buenos Aires del 25 de febrero de 1978.
[2] Worthington, W.G.D., El día de Maipú; Incluido por José Luis Busaniche en San Martín visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, 1942, pag. 104.
[3] Miller, Guillermo
[4] Haigh, Samuel, Bosquejo de Buenos Aires, Chile y Perú,
[5] Hall, Basilio, El general San Martín en el Perú, Incluido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado, t.1, Hyspamérica, Buenos aires, 1986.
[6] Graaner, Jean Adam, Las provincias del Río de la Plata, Incluido por Busaniche, idem ref. 5.

Las múltiples caras del Libertador 2 (continuación)



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 2

Por Jorge Surraco Ba


Dos oficiales de su ejército lo vieron de esta manera
Oleo atribuido a la Prof de Mercedes-1829
         “El general San Martín era de una estatura más que regular, su color moreno, tostado por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva: ojos negros, grandes y sus pestañas largas; su mirada era vivísima, que al parecer simbolizaba la verdadera expresión de su alma y la electricidad de su naturaleza; ni un solo momento están quietos aquellos ojos: era una vibración continua la de aquella vista de águila; recorría cuanto le rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin que se le escaparan aun los pormenores más menudos. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. EL grueso de su cuerpo era proporcionado al de su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho saliente, tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, el soldado de campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada: sus orejas eran medianas, redondas y asentadas a la cabeza, esta figura se descubría por entero, por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución. 

Litografía-Génova 1850
Su boca era pequeña: sus labios de regular grueso, algo acarminados,[1] con una dentadura blanca y pareja; usó en los primeros años un pequeño bigote y patilla corta y recortada; ésta fue su costumbre general, desde que fue de intendente a Mendoza. Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegridas y bien pobladas. Pero en cuanto fue ascendido a general, se quitó el bigote. Su voz era entonada de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa… 
Litografía de Madou-1828

…Su traje, por lo general, era de una sencillez republicana, Vestía siempre en público el uniforme de granaderos a caballo, el más modesto de todos los del ejército, pues no tenía adornos ni variedad de colores i como otros cuerpos usaban en aquel entonces.

Su vestido familiar dentro de casa, era una chaqueta de paño azul larga y holgada, guarnecida por las orillas y el cuello con pieles de marta de Rusia, y cuatro muletillas de seda negra a cada lado para abrocharla por delante; en invierno, un levitón o sobretodo de paño azul hasta el tobillo, con bolsillos a cada costado a la altura de la cadera, y por delante, botonadura dorada para abrocharlo; y de ordinario, usaba una cachucha[2] de pieles de marta de Rusia también, con un galón de oro angosto en la visera. Con el mismo levitón, solía salir otras veces, a la calle, en los días fríos y lluviosos, pero con elástico y con sable.” 
General Jerónimo Espejo




 El coronel Manuel Antonio Pueyrredón, oficial del Ejército de los Andes, es quien lleva originalmente al papel esta descripción. Años después, el general Jerónimo Espejo, la tomó para su libro “El paso de los Andes”. El hecho de que Espejo integrara el ejército de San Martín, da cierto matiz de veracidad a esta descripción.[3]






Litografía de Madou-Bruselas 1827

El encuentro con Juan Bautista Alberdi
         “…Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común, ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo; yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo le que lo está más que cuando hacia la guerra en América me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo hallé vivo, fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llaneza de un hombre común…
Así lo vio Alexander Clark-Londres 1829

         …Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote a pesar de que hoy los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete sin embargo una inteligencia clara y despejada; un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca, pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe: la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra atada con negligencia, chaleco de seda negro, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse, acepté y cerré con mis dos manos la derecha del grande hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y del Perú.”[4] El primer encuentro de Alberdi con San Martín, se produjo durante 1843, en la casa de un amigo en París.
 
Uno de los 2 daguerrotipos de 1848
            Esperamos haber contribuido a reunir las distintas descripciones físicas escritas del General San Martín, para que puedan ser comparadas y que los lectores puedan formar “su” imagen visual del Libertador. Por nuestra parte quedamos con la intención de reunir la mayor cantidad de retratos pintados, muchos de los cuales son muy conocidos y otros no. Al respecto vale consignar que San Martín, además de ser una figura relevante de nuestra historia patria, forma parte también de la historia de la fotografía. Recordemos que en 1848, fue retratado en dos oportunidades, por la novedosa, en ese momento, técnica del daguerrotipo.



[1] Acarminados: que tiene color de carmín.
[2] Cachucha: especie de gorra
[3] Diario La Prensa de Buenos Aires; El retrato del General San Martín, 25 de febrero de 1978.
[4] Alberdi, Juan Bautista,