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domingo, 4 de agosto de 2013

Las múltiples caras del Libertador 2 (continuación)



Los retratos literarios y pintados del General San Martín 2

Por Jorge Surraco Ba


Dos oficiales de su ejército lo vieron de esta manera
Oleo atribuido a la Prof de Mercedes-1829
         “El general San Martín era de una estatura más que regular, su color moreno, tostado por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva: ojos negros, grandes y sus pestañas largas; su mirada era vivísima, que al parecer simbolizaba la verdadera expresión de su alma y la electricidad de su naturaleza; ni un solo momento están quietos aquellos ojos: era una vibración continua la de aquella vista de águila; recorría cuanto le rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin que se le escaparan aun los pormenores más menudos. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. EL grueso de su cuerpo era proporcionado al de su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho saliente, tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, el soldado de campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada: sus orejas eran medianas, redondas y asentadas a la cabeza, esta figura se descubría por entero, por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución. 

Litografía-Génova 1850
Su boca era pequeña: sus labios de regular grueso, algo acarminados,[1] con una dentadura blanca y pareja; usó en los primeros años un pequeño bigote y patilla corta y recortada; ésta fue su costumbre general, desde que fue de intendente a Mendoza. Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegridas y bien pobladas. Pero en cuanto fue ascendido a general, se quitó el bigote. Su voz era entonada de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa… 
Litografía de Madou-1828

…Su traje, por lo general, era de una sencillez republicana, Vestía siempre en público el uniforme de granaderos a caballo, el más modesto de todos los del ejército, pues no tenía adornos ni variedad de colores i como otros cuerpos usaban en aquel entonces.

Su vestido familiar dentro de casa, era una chaqueta de paño azul larga y holgada, guarnecida por las orillas y el cuello con pieles de marta de Rusia, y cuatro muletillas de seda negra a cada lado para abrocharla por delante; en invierno, un levitón o sobretodo de paño azul hasta el tobillo, con bolsillos a cada costado a la altura de la cadera, y por delante, botonadura dorada para abrocharlo; y de ordinario, usaba una cachucha[2] de pieles de marta de Rusia también, con un galón de oro angosto en la visera. Con el mismo levitón, solía salir otras veces, a la calle, en los días fríos y lluviosos, pero con elástico y con sable.” 
General Jerónimo Espejo




 El coronel Manuel Antonio Pueyrredón, oficial del Ejército de los Andes, es quien lleva originalmente al papel esta descripción. Años después, el general Jerónimo Espejo, la tomó para su libro “El paso de los Andes”. El hecho de que Espejo integrara el ejército de San Martín, da cierto matiz de veracidad a esta descripción.[3]






Litografía de Madou-Bruselas 1827

El encuentro con Juan Bautista Alberdi
         “…Entró por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común, ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo; yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y sin embargo le que lo está más que cuando hacia la guerra en América me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo hallé vivo, fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llaneza de un hombre común…
Así lo vio Alexander Clark-Londres 1829

         …Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote a pesar de que hoy los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete sin embargo una inteligencia clara y despejada; un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca, pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe: la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra atada con negligencia, chaleco de seda negro, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse, acepté y cerré con mis dos manos la derecha del grande hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y del Perú.”[4] El primer encuentro de Alberdi con San Martín, se produjo durante 1843, en la casa de un amigo en París.
 
Uno de los 2 daguerrotipos de 1848
            Esperamos haber contribuido a reunir las distintas descripciones físicas escritas del General San Martín, para que puedan ser comparadas y que los lectores puedan formar “su” imagen visual del Libertador. Por nuestra parte quedamos con la intención de reunir la mayor cantidad de retratos pintados, muchos de los cuales son muy conocidos y otros no. Al respecto vale consignar que San Martín, además de ser una figura relevante de nuestra historia patria, forma parte también de la historia de la fotografía. Recordemos que en 1848, fue retratado en dos oportunidades, por la novedosa, en ese momento, técnica del daguerrotipo.



[1] Acarminados: que tiene color de carmín.
[2] Cachucha: especie de gorra
[3] Diario La Prensa de Buenos Aires; El retrato del General San Martín, 25 de febrero de 1978.
[4] Alberdi, Juan Bautista,

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